Music Clayderman

viernes, 6 de febrero de 2015

AMO LA VIDA



AMO LA VIDA 

    Amo a la vida. ¡Sí! Amo a la vida porque yo, soy la manifestación de ella, porque a través de un chispazo de luz, venido desde el infinito azul, tuve la inmensa dicha de haber sido concebido, con todos los sentidos necesarios para entender el portentoso milagro de la creación y, a pesar de que mi masa ocupa un espacio casi tan pequeño como el átomo, sé que formo parte de la armonía  y el equilibrio que rigen las leyes del Universo...


Amo la vida, sí, la amo porque al nacer, se me dotó de una entidad etérea e inconcreta. ¡El alma! Un alma que me permite extasiarme y conmoverme ante el sacro milagro de la Naturaleza. Un alma motivante de mi conciencia, que guía mis pasos por la senda que me evita turbar la armonía y la paz de todos mis semejantes. Amo a la vida, sí, porque me ha dado más ¡Mucho más! De lo que quizás,  yo le haya pedido o, de lo que hubiese merecido, sin embargo y, a pesar de mi amor infinito hacía la vida, se me concedió el privilegio de saber que ésta, la vida, no era una gracia perenne, que existía un límite y, que aquello que se me había entregado en custodia, en su momento, habría que retornarlo a sus orígenes...


Hoy, cuando la aurora de mi vida se dilata en la distancia, la distancia que he dejado detrás de mi existencia, estoy presto a entregar la joya, la joya que en un día ya muy lejano, me fue dada en salvaguarda y, al hacerlo, mi conciencia, reflejo de mi alma, me dice que hice buen uso de ella. A saber, jamás, conscientemente, agravié ni hice daño a nadie, jamás tomé lo que no fue mi pertenencia, jamás envidié la dicha ajena (mi dicha rebasó mis más grandes pretensiones). Vivo como el común de los mortales, con mis dudas, mis temores y mis lógicas ambiciones pero, siempre con la certeza inquebrantable de que, desde lo alto, un Ser benevolente e imparcial, trazaba con su dedo mi ruta, estoy conforme con ello porque, amé con todas las fuerzas de mis sentidos, me amaron, me arrullé al compás de mis ensueños, la ilusión anidó en mi corazón, contemplé tantos paisajes como pudo atesorar mi mente, me conmoví ante la manifestación de tantas injusticias, del sublime Orto de cada nuevo día, y de la divina majestad del bello amanecer y atardecer de las tranquilas y a veces turbulentas aguas...


Me estremecí al sonido de alguna melodía, aspiré el aroma de las flores. Probé la amarga hiel y el néctar delicioso que destilan los amores...


Mi niñez, la guardé en el cofre de mis más caros recuerdos, como la gema más pura que haya concebido el Universo. Mi adolescencia y juventud, trazaron en la Rosa, loas Vientos que marcaron mi rumbo, guiado por el timón de mi conciencia. Sufrí tropiezos, frustraciones y pesares, sin embargo, el rencor o la amargura jamás envenenaron mi alma. Los fracasos, forjaron mi voluntad para soportar imperturbable las inclemencias lógicas del tiempo. Mis pequeños triunfos, fueron conectando cuenta a cuenta, el rosario que desgrano en mis plegarias hacía lo alto, donde surgió el chispazo que hizo concebir mi vida. ¡Mi vida!, que considero un diamante con miles de facetas que me fue dado por ahí, posiblemente sin haberlo merecido...

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