AMO LA VIDA
Amo a la vida. ¡Sí! Amo a la vida
porque yo, soy la manifestación de ella, porque a través de un chispazo de luz,
venido desde el infinito azul, tuve la inmensa dicha de haber sido concebido,
con todos los sentidos necesarios para entender el portentoso milagro de la
creación y, a pesar de que mi masa ocupa un espacio casi tan pequeño como el
átomo, sé que formo parte de la armonía y el equilibrio que rigen las
leyes del Universo...
Amo la vida, sí, la amo porque al nacer,
se me dotó de una entidad etérea e inconcreta. ¡El alma! Un alma que me permite
extasiarme y conmoverme ante el sacro milagro de la Naturaleza. Un alma
motivante de mi conciencia, que guía mis pasos por la senda que me evita turbar
la armonía y la paz de todos mis semejantes. Amo a la vida, sí, porque me ha
dado más ¡Mucho más! De lo que quizás, yo le haya pedido o, de lo que
hubiese merecido, sin embargo y, a pesar de mi amor infinito hacía la vida, se
me concedió el privilegio de saber que ésta, la vida, no era una gracia
perenne, que existía un límite y, que aquello que se me había entregado en
custodia, en su momento, habría que retornarlo a sus orígenes...
Hoy, cuando la aurora de mi vida se dilata
en la distancia, la distancia que he dejado detrás de mi existencia, estoy
presto a entregar la joya, la joya que en un día ya muy lejano, me fue dada en
salvaguarda y, al hacerlo, mi conciencia, reflejo de mi alma, me dice que hice
buen uso de ella. A saber, jamás, conscientemente, agravié ni hice daño a
nadie, jamás tomé lo que no fue mi pertenencia, jamás envidié la dicha ajena
(mi dicha rebasó mis más grandes pretensiones). Vivo como el común de los
mortales, con mis dudas, mis temores y mis lógicas ambiciones pero, siempre con
la certeza inquebrantable de que, desde lo alto, un Ser benevolente e
imparcial, trazaba con su dedo mi ruta, estoy conforme con ello porque, amé con
todas las fuerzas de mis sentidos, me amaron, me arrullé al compás de mis
ensueños, la ilusión anidó en mi corazón, contemplé tantos paisajes como pudo
atesorar mi mente, me conmoví ante la manifestación de tantas injusticias, del
sublime Orto de cada nuevo día, y de la divina majestad del bello amanecer y atardecer
de las tranquilas y a veces turbulentas aguas...
Me estremecí al sonido de alguna melodía,
aspiré el aroma de las flores. Probé la amarga hiel y el néctar delicioso que
destilan los amores...
Mi niñez, la guardé en el cofre de mis más
caros recuerdos, como la gema más pura que haya concebido el Universo. Mi
adolescencia y juventud, trazaron en la Rosa, loas Vientos que marcaron mi
rumbo, guiado por el timón de mi conciencia. Sufrí tropiezos, frustraciones y
pesares, sin embargo, el rencor o la amargura jamás envenenaron mi alma. Los
fracasos, forjaron mi voluntad para soportar imperturbable las inclemencias
lógicas del tiempo. Mis pequeños triunfos, fueron conectando cuenta a cuenta,
el rosario que desgrano en mis plegarias hacía lo alto, donde surgió el
chispazo que hizo concebir mi vida. ¡Mi vida!, que considero un diamante con
miles de facetas que me fue dado por ahí, posiblemente sin haberlo merecido...
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